A unos ojos azules...

A unos ojos azules...

Braveheart, seis años después

Parece imposible, pero ya han pasado algo más de seis años desde que el 11 de Octubre de 1995 vi, en el cine Carlos III, con mi hermano, BRAVEHEART por primera vez. 
Fuimos el día del estreno, y el cine estaba casi vacío. Nos sentamos en la parte de arriba, solo nosotros dos y otra pareja.

“Los historiadores ingleses dirán que soy un mentiroso, pero la Historia la escriben aquellos que cuelgan a los héroes...”

Nos atrapó desde el primer minuto, sin los nombres de los actores, sin hacer referencia al director,... nada, Icon Productions, un fundido en negro que se abre sobre una montaña escocesa, suenan los primeros acordes de la melodía de James Horner, BRAVEHEART se sobreimpresiona unos instantes en la pantalla, y después más vistas de Escocia. Un camino, una frase que ya nunca olvidaremos.


Fueron tres horas mágicas. Cuando terminó, no nos movimos del sitio. Vimos todos los títulos de crédito, saboreando la música, y asimilando sensaciones. 
Nos miramos al salir de la sala, pero no nos dijimos nada, solo seguimos andando. “Que buena”, yo solo asentí. No podía hablar. Estaba demasiado impresionada.

Desde entonces ha sido mi película favorita, superaba todo lo que había visto hasta entonces, y sigue superándolo.

Al día siguiente compré el disco de la banda sonora, que terrible injusticia que no le dieran el Oscar al maestro Horner, lo ganó un par de años después por la B.S.O. de “Titanic”, que recuerda en muchos acordes a esta, pero, como dice Mel Gibson, hizo esta primero.

Volví otras cuatro veces a verla al cine. Y cada vez la disfruté muchísimo, y cada vez, lloré muchísimo. Las veces que después la he visto en vídeo o en DVD no las he contado.

Películas como esta te devuelven la esperanza en el cine. Son obras grandiosas, bien hechas, bien interpretadas, que cuentan historias que te llegan, que te hacen pensar, y que dejan una huella imborrable.

La magia de esta película se basa en cuatro pilares fundamentales: 
- La dirección de Mel Gibson: la sensibilidad con la que cuenta la historia, los detalles en los que fija las cámaras, los cambios de secuencia, la dulzura con la que capta las miradas, la maestría con la que narra las batallas, los contrastes, como utiliza a los profesionales de su equipo técnico, como eligió de bien a los actores,.... 
- La fotografía de John Toll: un grande entre los grandes, que Oscar tan merecido, las puestas de sol, los cambios de luz, los encuadres de algunos planos, la lluvia, lo salvaje del paisaje, la fuerza de las imágenes.... 
- La música de James Horner: Una melodía viva que te envuelve, remarca cada situación y cada momento aportando la dureza, la emoción, o la sensibilidad del momento. Cada vez que la escucho se me ponen los pelos de punta, es electrizante. 
- El guión de Randall Wallace: Una historia consistente, muy bien contada, sin dejarse nada, sin que le sobre nada. Con un mensaje clarísimo y directo. Fiel a unos hechos reales, y al espíritu del verdadero Wallace, pero añadiendo la carga dramática que una película épica necesita.

Me encanta verla en Versión Original. En castellano, el doblador de Mel Gibson, no es el que habitualmente le dobla, y se nota. Se echa de menos su voz española. En Inglés tiene más fuerza. He descubierto un fallo en la traducción. No es importante, pero dice cosas distintas en el discurso anterior a la batalla de Stirling, uno de los momentos más emblemáticos de la película: 
En castellano dice: “.... y no cambiaríais todo ese tiempo, por una oportunidad, sólo una oportunidad!!!, de volver aquí a matar a nuestros enemigos!!!. Puede que nos quiten la vida, pero jamás nos quitarán la libertad!!!!” 
Y en inglés dice: “.... y no cambiaríais todo ese tiempo, por una oportunidad, sólo una oportunidad!!!, de volver aquí a decir a nuestros enemigos que puede que nos quiten la vida, pero jamás nos quitarán la libertad!!!!” 
Personalmente me gusta más el texto original, le da un matiz precioso.

No me canso de ver esta película. Una vez tras otra me fascina igual que la primera. Hay algunas escenas (que gran director es Mel Gibson), que son completamente mágicas, sensacionales, intemporales, se te quedan grabadas a fuego en la retina:


- La niña Murron, se separa de la mano de su madre, coge una flor, un cardo típico de Escocia, y se lo da al pequeño William. No hay palabras. Murron le mira con dulzura e inocencia. Él coge la flor, mientras las lagrimas resbalan por sus mejillas.


- William vuelve al pueblo, convertido en todo un hombre (¡¡¡y que hombre!!!) Hay una boda. Baile, música. Llegan los soldados a llevarse a la novia. Cambia la música, el esposo intenta impedirlo, la acción se hace muy lenta, la novia, con la mirada triste interviene, se enfrenta a su destino con entereza y valentía. Besa a su marido, y se sacrifica. ¿Cómo es posible hacer tan bella una escena tan violenta?

- William se despide de Murron por la noche, y antes de irse le da un pañuelo, dentro está la flor que ella le dio siendo una niña. Como se miran al despedirse, la sonrisa de Murron cuando él se aleja.


- La boda clandestina. El culmen del romanticismo. Los dos ante el clérigo. Solos. De noche. La iluminación es un prodigio. Siguen la formula celta, él le da un trozo del tartán de su familia, ella el pañuelo con la flor bordada. Ese pañuelo durante el resto de la película simbolizará el amor que se profesan. Los votos matrimoniales: “Te amaré toda mi vida, a ti y solo a ti”. Los planos ante el lago. Sonríen, tiemblan, se percibe la respiración de cada uno. Otra vez el gran John Toll. 


- La muerte de Murron. Crudeza, crueldad, desolación. De nuevo graba más despacio de lo normal para que Murron tenga ese aspecto etéreo. Esa mirada desesperada que busca a William en el horizonte, pero William no aparece. 


- El entierro de Murron. El dolor sin medida de un esposo y unos padres. El sentimiento de culpabilidad de William, que suplica perdón, y aceptación. 

- El sueño de William. Que nos recuerda porque está luchando, revive su motivación, su esperanza de un futuro libre y sin miedo. Esa aparición de Murron entre las sombras vuelve a poner romanticismo en un punto de la historia marcado por la violencia de los enfrentamientos. Esta escena trae un momento de calma y de paz, te devuelve la perspectiva del porqué de todo.


- La traición. Wallace abatido en el campo de batalla ve quién le ha traicionado. Sus ojos pierden el brillo, pierde las ganas de vivir y de luchar, en un momento ve roto su sueño de unión y libertad de su pueblo. Fracaso, tristeza, dolor, decepción,.... y todo con solo una mirada. 

- Durante la ejecución, hay varios momentos espectaculares: el niño pequeño que sonríe entre la multitud, como recoge el pañuelo del suelo, la aparición de Murron, la sonrisa de William cuando la ve aparecer, el cambio de la gente, y finalmente la muerte, cuando en un plano desde abajo, abre la mano y deja caer el pañuelo, es lo que nos permite saber que ha muerto, que ha muerto y se ha reunido con la mujer a la que ama. Ya lo he dicho más veces, pero lo reitero, es la cima de una obra de arte. 


- Y todavía ese pañuelo bordado tiene otra aparición más, sigue contándonos la historia: el traidor arrepentido recoge el testigo de Wallace, guarda ese pañuelo, y se enfrenta a los ingleses.

Sencillamente perfecto.

Once de octubre de 1995, fue un gran día.

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