A unos ojos azules...

A unos ojos azules...

El hombre sin rostro

USA 1993
D. Mel Gibson 
I. Nick Stahl, Margaret Whitton, Fay Masterson, Gaby Hoffmann, Geofrey Lewis, Richard Masur 

“Yo no quería protagonizarla, solo quería dirigirla, pero los actores que me interesaban no podían hacerlo, y me interesaba tanto contar esta historia, que los productores me pidieron que la hiciera yo mismo.” 

Un niño llega a pasar sus vacaciones a una isla de Maine, con su madre y sus hermanas, su sueño es poder ingresar en la academia militar en la que estudió su padre, pero no le va bien en los estudios, necesita ayuda. Encontrara esa ayuda en Justin McLeod, un profesor que vive alejado del mundo desde que se quemó y desfiguró en un accidente de coche, y al que la sociedad a convertido en un “monstruo” sobre el que circulan todo tipo de rumores.

Supone el debut en la dirección de Mel Gibson, que demuestra ser un realizador con una gran sensibilidad. El guión de Malcom MacRury, adapta la novela de Isabelle Holland, que cuenta una historia sobre la intolerancia, los perjuicios sociales, los juicios morales y el miedo a lo desconocido. No trata sobre la culpabilidad o la inocencia, sino sobre la confianza, la confianza y la forma en que un buen profesor debe dejar libertad a sus estudiantes para que piensen las cosas por sí mismos.

Mel Gibson, demuestra como director, no solo tener un buen sentido visual de la historia, sino que además sabe que hay que contar y que puede dejarse sin explicación, para que sea el espectador quien lo interprete, lo que es algo raro de encontrar en directores noveles. 
También es de destacar la interpretación del niño. La interpretación de Gibson es una prueba de su versatilidad, y de que es un buen actor, no muchos actores se encontrarían cómodos tanto en Hamlet como en Arma Letal, y darían el justo tono al personaje de McLeod. 
Personalmente, es una de mis películas favoritas, tiene una gran fuerza, y un mensaje muy bien transmitido.


A continuación una trascripción de dos de las escenas finales de la película, si no la has visto, mejor no las leas.

- No me permiten hablar contigo Norstadt. Tienes que irte. 
- ¡No, no! Quiero saber! 
- ¡Tú siempre quieres saber! 
- ¡Quiero saber la verdad! 
- ¡Ahhh! ¡¡¡Sobre qué en particular, la vida, la religión!!!! 
- ¿Porqué estuvo en la cárcel? 
- Porque me condenaron por homicidio involuntario, puedes comprobarlo. 
- ¿Y lo hizo? Me refiero al chico que iba en el coche, ¿usted, lo molestó? 
- Tú que crees Norstadt 
- ¡Deje de actuar como profesor y dígamelo! 
- Creo que ya tienes tu propia opinión, ¿a que sí?, seguro que me he caído de ese pedestal en el que me habías puesto, ¡o apruebas o suspendes! ¡no es eso! 
- ¡Yo ya no se que pensar! ¡No lo entiende! 
- ¡¡No, no!! ¡¡ Eres un perezoso, no he conseguido enseñarte nada!! 
- ¡¡¡Dígamelo!!! 
- ¿Acaso he abusado de ti?, ¿he intentado tocarte de algún modo que no fuera amistoso? Piensa Norstadt, razona, ¿podría hacerlo?, ¿te imaginas que podría hacer algo así? (el niño niega con la cabeza), y ¿qué piensas del pasado?, ¿qué crees? 
- Dígame que no lo hizo y yo le creeré 
- ¡NO!, ¡No señor!, ¡¡¡No he trabajado todo el verano para que copies en esta pregunta!!! 
- ¡Lo siento! ¡No sabía que pensar! 
- Tranquilízate, no es culpa tuya. Eres un buen estudiante, muy buen estudiante. Vete ya. 
- Adiós. 
- “Secare teo” 


“Hola Norstadt, lo siento, pero no me está permitido verte, no me permiten hablar contigo, ni tampoco escribirte esta carta. Estas son mis concesiones y sus condiciones, o lo que supongo que cualquier buen profesor llamaría una lección sobre las dulces mieles de la injusticia. Pero, por extraño que parezca eso no debe ser motivo de aflicción, porque tú conoces la verdad. Y ahora se que uno puede superar un papel por muy triste que este sea. Tú me lo has enseñado. Me has dado algo que no esperaba volver a encontrar, el regalo de tu confianza y de tu amistad, y nadie puede quitarme ese don. Lo mejor está aun por llegar Norstadt, así que hazlo bien. 
Tuyo como siempre, tu profesor, 
Justin McLeod” 

No hay comentarios:

Publicar un comentario